Cuando en filosofía hablamos de la identidad nos estamos refiriendo al sentido del “yo” que todos tenemos. Tú eres hoy la misma persona que eras ayer. Aunque se han producido muchos cambios en tu vida desde la infancia, hay una continuidad entre tu “yo” de la niñez y tu “yo” actual. Por eso decimos que se trata del mismo “yo”, y por eso si alguien te preguntase quién eres seguramente responderías tratando de explicarle en qué consiste ese “yo”.
En eso consiste precisamente tu identidad, en aquello que permanece en ti a lo largo del tiempo aunque otras muchas cosas vayan cambiando.
Así pues, tu sentido de la identidad es lo que te permite identificarte con la persona que fuiste en el pasado. Pero su nos paramos a pensarlo despacio, resulta que el tema de la identidad personal es una cuestión muy problemática, Tu cuerpo ya no es el que era entonces, porque ha cambiado mucho. Tus células se han renovado y ya no son las mismas. Tu mente tampoco es la misma, porque ahora piensas, sientes y deseas cosas diferentes. Tu personalidad puede ser otra y tu manera de entender la vida también puede haberse modificado. Entonces, ¿cómo puedes decir que eres la misma persona que hace 10 años?¿Era esa persona la misma que eres tú ahora?
1.¿Dónde está mi “yo”?
El filósofo David Hume creía que, por mucho que lo intentemos, jamás seremos capaces de encontrar ese supuesto “yo” del que tanto hablamos. Para Hume, nuestras ideas acerca de la realidad solo tienen validez si podemos señalar la experiencia de la cual proceden. De una manzana sí que tengo experiencia, porque puedo verla, tocarla y saborearla. Pero ¿tengo experiencia de ese “yo”? Hume nos invita a explorar nuestra propia interioridad para intentar hallar a ese supuesto “yo” en el que reside mi identidad personal. Pero si observamos detenidamente nuestros procesos mentales resulta que no podemos dar con el “yo” por ninguna parte. Lo que encontramos, en cambio, son contenidos mentales muy variados y cambiantes. Ahora percibo un color, luego un ruido, después siento hambre y más tarde me asusto cuando alguien me grita. Pero no es posible identificar ninguna experiencia del “yo”.
El “yo”, según Hume, no es algo de lo que tengamos experiencia, sino que es algo así como el lugar en el que tienen lugar todas las experiencias que vivimos. Hume lo compara con un escenario, en el que apareciesen y desapareciesen distintos actores a lo largo de una representación teatral. Las experiencias que tengo serían como los actores, y el lugar en el que se presentan sería el “yo”. Lo importante aquí es darse cuenta de que no podemos experimentar el “yo”, sino solo imaginarlo. Como tenemos experiencias, suponemos que esas experiencias le suceden a “algo” o a “alguien”, y es a eso a lo que llamamos el “yo”.
Entonces, ¿cómo es que todos tenemos la certeza de ser las mismas personas que fuimos ayer? ¿Por qué estamos tan seguros de tener un “yo” si este es solo una suposición y no algo que podamos percibir? Hume creía que la clave de la identidad personal estaba en la memoria. Los seres humanos tenemos conciencia de lo que nos ha sucedido en el pasado y podemos recordar episodios anteriores de nuestra vida. Con estos recuerdos elaboramos un relato en nuestra mente con el que tratamos de dar continuidad y sentido a nuestras experiencias. Según esta teoría, nuestro sentido de la identidad se basa en la continuidad de nuestros procesos psicológicos a lo largo del tiempo. Tú sientes que eres el mismo que hace dos meses porque tus recuerdos, tus deseos, tus emociones y tus pensamientos se han extendido de una forma continua desde entonces hasta ahora.
2.La identidad y la memoria.
Si la teoría del “yo” propuesta por Hume es cierta, ¿qué es lo que sucede cuando una persona pierde la memoria? En esos casos debería tener también problemas para reconocer su propio “yo” y para tener un sentido sólido de la identidad personal. De hecho, eso es lo que sucede cuando se producen alteraciones graves de la memoria a causa de un accidente o una enfermedad. Por ejemplo, los pacientes que sufren amnesia anterógrada son incapaces de adquirir recuerdos nuevos.
Para ellos la memoria está limitada a lo que vivieron en el pasado, y por eso siguen creyendo que son hoy en día los mismos que eran entonces. Su sentido del “yo” está alterado porque su memoria no funciona correctamente. Algo parecido sucede con quienes sufren un progresivo deterioro de la memoria, que en casos graves puede conducir al paciente a olvidar quién es él mismo.
El papel fundamental que desempeña el relato con el que nos contamos nuestra propia vida también está muy presente en el pensamiento del filósofo P. Ricoeur. En su estudio del modo en que las personas construimos nuestro sentido de la identidad personal, Ricoeur otorga gran importancia a la narratividad. Los seres humanos, según Ricoeur, somos las historias que nos contamos a nosotros mismos, en las que se refleja un aspecto crucial de nuestras vidas, que es la temporalidad. Solo gracias a esos relatos podemos tejer un hilo que conecta nuestras experiencias pasadas con el presente, permitiendo así que tengamos un sentido de la identidad personal.
3.¿Eres la misma persona que cuando eras un bebé?
No todos los filósofos comparten la idea de que nuestra identidad está basada en la continuidad psicológica de nuestros procesos mentales. De hecho, si te paras a pensarlo, tus procesos psicológicos no son realmente continuos a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, durante la noche hay períodos en los que estamos profundamente dormidos y no tenemos sueños. ¿Somos los mismos en ese momento que los que éramos cuando estábamos despiertos? Parece evidente que sí, aunque en esos momentos no hay una continuidad psicológica con nuestros procesos mentales de la vigilia.
La teoría psicológica tampoco puede explicar fácilmente por qué tú eres ahora la misma persona que cuando eras un bebé. De ese período no guardamos recuerdos, de modo que es difícil sostener la idea de que hay una continuidad psicológica desde esa etapa hasta nuestro presente actual. ¿Por qué estás entonces tan seguro de que eres el mismo que entonces?
Para superar los problemas de la teoría psicológica de la identidad, algunos filósofos han propuesto una visión alternativa sobre esta cuestión.
Según la teoría fisicalista, el sentido de la identidad personal se basa en la continuidad a lo largo del tiempo de elementos físicos, y no psicológicos.
Según esta interpretación, tú ahora eres el mismo que cuando naciste porque, aunque tu cuerpo haya cambiado a lo largo del tiempo, en realidad se trata del mismo cuerpo que tenías cuando eras un bebé. Pero si te paras a pensarlo, verás que esta teoría tampoco está libre de problemas. Si la clave de nuestra identidad es la continuidad de nuestro cuerpo a lo largo del tiempo, ¿por qué hay personas que sufren un trastorno de identidad múltiple? Estos pacientes tienen un solo cuerpo y un solo cerebro, que es el mismo a lo largo del tiempo, pro parecen experimentar la realidad como varios “yoes” distintos que conviven simultáneamente. ¿Cómo es eso posible si nuestro sentido de la identidad reside en la permanencia de nuestra dimensión física?
4.¿Hay algo de los otros en nosotros?
El ser humano convive con otros seres humanos que, al mismo tiempo, se le parecen y se distinguen de él. No se identifican con él, pero todos comparten muchas características comunes.
La relación con los otros individuos se denomina intersubjetividad y, a pesar de los conflictos que conlleva, esa relación intersubjetiva es la condición para ir construyendo la propia identidad, pues las otras personas son el referente con el que me comparo, me distancio o me asemejo a ellas para ir dando forma a mi propia identidad.
Podemos comprender esta relación si pensamos en la moda. Tratando de ir a la moda intento distinguirme y expresar mi propia identidad, pero lo hago adoptando las reglas de vestir o de peinarse compartidas por otras personas, porque, de alguna manera, para luchar por ser yo, tengo que ser, al menos en parte, como las personas en las que me fijo y a las que trato de asemejarme.
Sin los otros individuos, sin lo que piensan y sin lo que dicen de mí, no sé si soy servicial, egoísta, inteligente…, porque no soy todo eso sino en el contacto y en la convivencia con las otras personas.
Nuestra autoconciencia se desarrolla, pues, en las relaciones que mantenemos con los demás individuos y gracias a ellas.
Como vemos, el problema de la identidad personal es una cuestión filosófica difícil y compleja. Actualmente sigue siento un tema controvertido, en el que no es fácil llegar a un acuerdo entre los distintos puntos de vista. Por eso muchos filósofos siguen con gran interés los desarrollos de la neurociencia y los avances de la inteligencia artificial, ya que los descubrimientos que se hagan en estos campos quizá podrían ayudarnos a aclarar un poco esta compleja cuestión.
(D. Sánchez Meca y J.D. Mateu Alonso. 1 Bachillerato. Editorial Anaya. Operación Mundo. Madrid 2022.C. Prestel Alfonso. Filosofía Bachillerato. Editorial Vicens Vives. Madrid. 2022)